Ocho mujeres gitanas del barrio chabolista de El Vacie, en Sevilla, han saltado a la fama a raíz de la representación teatral de “La Casa de Bernarda Alba”, de Federico García Lorca. Sus vidas han cambiado, pero ¿Hasta qué punto lo han hecho? ¿Cómo es el recorrido entre la marginación y la popularidad? Una historia insólita de superación y aventuras narrada por sus propias protagonistas en el documental ’Una casa para Bernarda Alba’, este domingo en ’Documentos TV’.
El sevillano asentamiento chabolista de El Vacie es el más antiguo de España. Está a punto de cumplir ochenta años y en él viven más de novecientas personas. Cuando los responsables el grupo teatral Atalaya –que cuenta con el Premio Nacional de Teatro- iniciaron el proyecto ’Teatro Imarginario’ para trabajar con diferentes sectores marginales de la sociedad, visitaron una por una todas las chabolas de El Vacie buscando las ocho mujeres que interpretasen la obra de Lorca.
Si ya ha sido un gran reto que esas mujeres sin experiencia diesen vida a los personajes lorquianos, el verdadero logro ha estado en superar las circunstancias personales de cada una, porque casi ninguna sabe leer ni escribir. ’La gente me decía, tú está loca ¿cómo vas a hacer una obra de teatro con estas mujeres ágrafas?,.. y es mucho más emocionante,.. es como capturar un trozo de vida’, dice Pepa Gamboa, la directora de la obra.
’Una casa para Bernarda Alba’ hace el seguimiento del éxito incontestable que consiguieron, los premios y reconocimientos y las giras previstas. Pero el documental también recoge la situación contradictoria en la que viven esas ocho mujeres. ’No comemos del teatro, nuestra vida es la de siempre, comemos de la chatarra. Actrices somos a lo mejor una vez al mes, pero gitanas somos toda la vida’, dice Lole del Campo, que en la obra da vida a Martirio.
También resulta interesante el papel de los maridos y padres de las actrices. Mientras Francisco, el padre de Isabel, valora positivamente el dinero que su hija lleva a la casa ’casi todo el dinero me lo da a mí y eso nos viene bien’, otros, como Manuel, el marido de Rocío, no está tan contento. ’Mucho rollo, las mujeres están siete u ocho días de vacaciones y yo me tengo que quedar con los niños’, dice.
Después de viajar, volar por primera vez, conocer ciudades y gentes y asomarse a un mundo diferente, vuelven a sus vidas y sus chabolas, donde las necesidades siguen siendo las mismas. ’La gente nos dice que hemos cambiado,… y ha cambiado como la gente nos mira y nos trata….pero cuando nos vamos de gira, los maridos se quedan en las chabolas y cuando llueve tienen que sacar el agua a cubos’, explica Rocío Montero, la mujer que encarna a Bernarda Alba.